critora Ana María Shua narra la intimidad de la atención hospitalaria durante 24 horas, desde las rutinas de los médicos hasta grandes escenas de violencia protagonizadas por drogados y baleados. El temple y el humor, las trampas a la burocracia, los naipes para pasar las horas muertas y la capacidad profesional de organizar el caos.Diez de la mañana. Tres médicos, una sola enfermera, ocho practicantes. Cincuenta pacientes en la sala de espera. Valentín, uno de los practicantes, un muchacho rubio y menudito, me pide ayuda para transportar a un paciente. Hay que hacerle un electro. Es un gordo grandote al que interrogamos por el camino. Sesenta y un años, ciento veinte kilos. Para pasar de un pabellón a otro tenemos que cruzar el estacionamiento con la silla de ruedas. Llovió, está inundado. Las ruedas se traban, el asfalto está roto. Cada vez que se nos frena la silla, el gordo se nos va para adelante. Durante la mañana veo pasar por la consulta casos de rutina: insuficiencias cardíacas, diarreas, infecciones urinarias, abdomen agudo, golpe de calor, apendicitis, una pancreatitis, gripes, dolor de cabeza conjuntivitis, fiebre, neumonías. –Vengan a ver esto –nos llama un médico.El paciente tiene unos cuarenta años, paraguayo. En el muslo derecho muestra una masa tumoral del tamaño de una pelota de fútbol, que se percibe muy caliente a la palpación. El paciente cuenta que tiene "eso" ahí desde hace veinte años, pero ahora se siente mal y tiene fiebre todas las noches. Ya hay diagnóstico: miosarcoma. ....MAS