Una generación de jóvenes afganos trata de salir adelante sin hacer mucho caso a la tradición, en medio de las bombas y en una ciudad en la que prácticamente no hay nada que hacer
Los profesores de Geografía en Kabul solían explicar el pasado de Afganistán con una sencilla imagen. Extendían la mano y decían que durante siglos el país había sido como la palma de la mano, abierta a los dedos de su entorno, los países vecinos de la ruta de la seda. Luego los dedos cayeron sobre Afganistán y este se convirtió en un puño que no dejó de defenderse.Un simple vistazo a las calles más céntricas de Kabul y cualquiera puede darse cuenta de que ese puño lucha por abrirse nuevamente. En Sharinau, las tiendas venden lo que los jóvenes desean: ropa de marca, zapatos puntiagudos de hebillas aparatosas y camisetas de colores chillones. Sí, allí en la misma calle está todo lo demás: el tráfico caótico, los puestos de carne a la brasa, los policías con fusiles y chalecos antibalas, las mujeres con burka y los niños limpiabotas que te que miran con cara de conocer todos tus defectos. Pero son los jóvenes de los tejanos descoloridos y andares de pandillero los que hacen que, por un momento, Kabul fuese la capital de otro país, uno que no ..MAS