La Antorcha de Alejandro
La historia cuenta que cada vez que Alejandro Magno sitiaba una ciudad enemiga, hacía fijar delante de las puertas de la ciudad una enorme antorcha encendida. Esto significaba que a toda persona que saliera hacia él mientras la antorcha ardiera, de día o de noche, se le respetaría la vida. Pero una vez apagada la antorcha, todos los que habrían permanecido en el interior de la ciudad serían traspasados con la espada sin misericordia. El mundo no se halla en estado de sitio; sin embargo mucha gente, aun la que rechaza la palabra profética de la Escritura, tiene el presentimiento de que las cosas no pueden seguir así y vive en la angustia. El desequilibrio de la economía mundial, el consumo desenfrenado de los recursos naturales, los constantes riesgos de guerra en tal o cual punto caliente del globo, las amenazas que pesan sobre la ecología del planeta, sin hablar del desvío moral de la sociedad, son temas de inquietud para quienes están de acuerdo en mirar las cosas de frente. En su Palabra Dios describió ese ambiente y anunció su desenlace: “Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará” (Isaías 24:20). Pero «la antorcha» aún arde. Hoy todavía es el tiempo de la gracia, durante el cual Dios salva a todos los que confían en él.