Reiteradas veces hemos preferido callar y tragarnos todos los improperios porque lo visceral es impulsivo, desalmado y está a un milímetro de la insensatez, pero este mutismo no va más pues lo que ahora aflora es muy anómalo y extraño, es como un nudo en la garganta; nos consume el aliento, nos pone en vilo y nos conturba el espíritu para levantarse bramando con el puño en alto contra tanta injusticia cometida. Callar en este instante, como muchos lo hacen es dar luz verde a la impunidad y el barbarismo, el silencio cómplice frente a la apología del terror y la muerte que recorre inmune y con soberbia en los reductos de la alimaña separatista que cobardemente actúa asaltando instituciones, saqueando los bienes, humillando y maltratando a todo vestigio humilde que encuentra por su paso, sin ninguna compasión en la ciudad sanducera y el Uruguay todo .
Jesús de Nazaret, al ser interrogado por el gobernador
romano, admitió ser un rey, mas agregó: ‘Yo para esto
he nacido y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad’. Pilato preguntó entonces:
‘¿Qué es la verdad?’ Es evidente que el incrédulo ro-
mano no esperaba respuesta al interrogante: el justo,
de todos modos, tampoco la dio. Lo fundamental de su
misión como rey mesiánico no era dar testimonio de la
verdad. Jesús había nacido para dar testimonio de la
Justicia, de esa Justicia que deseaba se realizara en el
reino de Dios. Y por esa Justicia fue muerto en la cruz”
El término Justicia es una de las palabras más difíciles de definir y de las que más preguntas se han hecho. Filósofos, juristas, escritores, entre otros, han tratado de dar su concepto pero, ninguno se ha considerado como universal. No obstante, ahora como entonces carece de respuesta”.El sentimiento de
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