Todos los veranos australes se libra una guerra en el Océano Antártico. El motivo: la caza de ballenas.
Este año, en enero, el trimarán de fibra de carbono Ady Gil, de la ong Sea Shepard y el ballenero japonés Shonan Maru se enfrentaron violentamente.Los conservacionistas acusan a Japón de saltarse la moratoria que prohibe la caza comercial de ballenas bajo la pantalla de un programa de investigación científica. Una acusación que reiteran Australia y Nueva Zelanda, cuyas aguas son limítrofes con ese santuario del Océano Austral donde impera una moratoria desde 1994. Las posiciones de Camberra Y Tokio en este contencioso parecen irreconciliables. Stephen Smith, ministro de Exteriores de Australia:“Australia va a proponer a la Comisión Ballenera Internacional la prohibición de cazar ballenas en los Océanos del sur durante un periodo de tiempo razonable”A lo que su homólogo japonés respondía:“Si la acción judicial se convierte en realidad, Japón intentará demostrar que sus actividades son legales y aceptadas por la Comisión Ballenera Internacional”En mayo Australia anunció que llevaría a Japón ante el Tribunal Internacional de Justicia, pero para los japoneses es impensable renunciar a una actividad que consideran como parte de sus tradiciones.En Japón, un kilo de carne congelada de ballena del antártico cuesta 27 euros, mientras que la carne de ballena de las costas japonesas puede alcanzar 900 euros el kilo.En 2009 Japón cazó 1.004 ballenas, mayoritariamente en el Antártico en concepto de caza científica.Noruega, con 536 ejemplares cazados e Islandia con 38 rechazan la moratoria de la Comisión Ballenera Internacional y han reanudado la caza fijando ellos mismos sus cuotas.El pasado marzo las exportaciones islandesas a Japón de productos derivados de la ballena aportaron casi un millón de euros a la isla del Atlántico del Norte.euronews