Una Luz para Alumbrarme
Me acuerdo de que en una ocasión hubo un largo apagón en mi aldea. Cierta noche todas las líneas eléctricas fueron destruidas por el peso de la escarcha. Durante varias semanas tuvimos que alumbrarnos con velas o lámparas de petróleo. Nos Acostumbramos a pasar las noches a media luz. Cuando por fin la corriente eléctrica fue restablecida, ¡qué deslumbramiento! Ya habíamos olvidado el brillo de la luz de una bombilla eléctrica. El hombre, ¿no se acostumbra también a vivir en la oscuridad moral del mundo? Rehúsa volverse hacia su Creador, Aquel que no sólo creó la luz física, sino que desea hacer brillar en nuestros corazones la luz espiritual, la buena nueva de la gracia de Dios. El Salvador vino a este mundo para llamar “de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9) a todos los que aceptan por la fe el valor de su sacrificio. ¿Ha reconocido usted humildemente ante Dios que su estado de pecador lo mantenía en una profunda noche moral? Mediante la confesión de sus pecados hallará a Jesús, la luz de la vida. Y los que por la gracia de Dios y por la fe en Él hemos llegado a ser hijos de luz, andemos bajo la luz divina, la Palabra de Dios. Éste será el medio de mantenernos en una relación «sin sombra» con Dios. Él “es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5).