Estamos acostumbrados a pagar de más por el pescado en Pascuas. A ver subir los precios. Esperamos -calladitos y sin protestar- tres meses para que nos arreglen el teléfono. A sentir olor a pis dentro de los cajeros automáticos.Estamos acostumbrados a escuchar disparos en vez de petardos. A ver casas tomadas por foráneos. Y a ver crecer el narcotráfico en nuestras calles, plazas y villas.Acostumbrados a la tristeza, a la inseguridad, a los secuestros exprés, a los pagos de rescate a no sé quién. Al olvido y a la resignación. Acostumbrados a los limpiavidrios, franelitas y a los que duermen en los frentes de los edificios.Acostumbrados al humo de porro en la calle Yerbal y en la puerta de mi casa también. A que nuestros hijos primarios observen mujeres desnudas vendiendo su cuerpo por unas monedas. . mas