"Primero nos ignoraron, luego se rieron de nosotros, después nos atacaron... entonces vencimos "
***Primer diario digital Cristiano*** Emitido en la ciudad de Paysandù, con noticias de todo el acontecer sanducero, y del mundo comentado desde la optica cristiana "Una mirada diferente de la realidad"
martes, 14 de diciembre de 2010
Tardó veinte años en reconocer su error.
Lo hizo el día que le notificaron sobre la retención de su hijo. Chocó una moto contra el amplio ventanal de una cafetería.Tres personas resultaron heridas. El muchacho quedó bastante golpeado. Iba embriagado. La noche apenas caía sobre la ciudad. En su aturdimiento, no sabía qué le había ocurrido.Ese día, camino de la estación policial, recordó la crianza. Nada buena para el jovencito. Volviendo atrás, como en una película, reflexionó que pudo estar más cerca de los problemas del hijo. Pero se negó. No quería admitir la realidad de lo que le rodeaba. Tampoco el impacto que generaban los malos tratos a los que lo sometió.Admitió su culpa. Pudo haber cambiado a tiempo. Pero no lo hizo. Hasta que vio la gravedad del asunto. Y aunque parecía tarde, le pidió perdón. Lo hizo en la propia delegación policial. Sin importar cuántos curiosos estuvieran alrededor, apreciando la escena. Las circunstancias ameritaban que emprendiera un nuevo camino. Nada perdería con intentarlo.Quien no admite sus errores, se estanca en el proceso de crecimiento espiritual y personal. Sólo quienes reconocen sus fallas, pueden emprender el camino de corregirlas y dirigirse a nuevos senderos de cambio.Un análisis sencillo a este hecho ineludible, lo hizo el rey David. El escribió “¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas! Quítale el orgullo a tu siervo; no permitas que el orgullo me domine. Así seré un hombre sin tacha; estaré libre de gran pecado.”(Salmo 19:12, 13. Versión Popular “Dios habla hoy”).No es nada nuevo. Se trata de una realidad que ha acompañado al hombre a través de la historia. Personas, que pese a incurrir en actos, palabras y gestos que atentan contra los demás, nunca lo reconocen. Pero podemos cambiar. Si nos disponemos, el primer paso es reconocer que fallamos y aplicar los correctivos. El segundo, pedir a Dios la fuerza necesaria para avanzar hacia ese cambio. ¡Animo! Usted puede...