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viernes, 10 de septiembre de 2010

¿No te he dicho que si crees,verás la gloria de Dios? Juan 11:40.

De Vuelta a la Vida
El último milagro de Jesús relatado en el evangelio según Juan atestigua que Él es efectivamente el Hijo de Dios. Es una señal poderosa y maravillosa. Por mandato de Jesús, Lázaro, un hombre muerto desde hacía cuatro días, salió de la tumba en presencia de la multitud. Este hecho público está en el corazón de la fe cristiana, ya que muestra la victoria de Jesús sobre la muerte, último enemigo, del cual ningún ser humano puede escapar. Jesús aparece como Aquel que vivifica a los muertos. Lázaro era amigo de Jesús. En su casa de Betania, junto con sus hermanas Marta y María, varias veces había acogido a Jesús con sus discípulos. Jesús amaba a esta familia, sin embargo, Lázaro cayó gravemente enfermo y sus hermanas tuvieron que atravesar solas la enfermedad, el sufrimiento y el duelo. Sabían que Jesús podía curar a Lázaro, no obstante, cuando lo llamaron Él no acudió inmediatamente. ¿Se había debilitado el amor de Jesús por sus amigos? La historia de Lázaro no se detiene ahí. Su enfermedad y su muerte debían resaltar la gloria de Dios y la de Jesús, quien da la vida. ¡Qué aliento para esa familia! Pero algunos días más tarde Jesús, el Hijo de Dios, odiado por los hombres, fue clavado en una cruz. Dio su vida por sus enemigos, pero resucitó al tercer día. Muchos fueron testigos de ello (1 Corintios 15:3-8). La Palabra de Dios lo atestigua. Jesucristo “quitó la muerte”. Esta fue una realidad tan cierta para el apóstol Pablo que afirmó: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).