
..“Es imposible hablar de la historia única sin hablar del poder. Hay una palabra del idioma Igbo, que recuerdo cada vez que pienso en las estructuras de poder en el mundo y es “nkali”. Es un sustantivo cuya traducción es “ser más grande que el otro”. Al igual que nuestros mundos políticos y económicos, las historias también se definen por el principio “nkali”: cómo se cuentan, quién las cuenta, cuándo se cuentan, cuántas historias son contadas, en verdad depender del poder. El poder es la capacidad no sólo de contar la historia del otro, sino de hacer que esa historia sea la historia definitiva. El poeta palestino Mourid Barghouti escribió que si se pretende despojar a un pueblo, la forma más simple es contar su historia y comenzar con un “y en segundo lugar”.Y también esas otras partes donde dice: “…si insistimos sólo en lo negativo, sería simplificar” la experiencia “y omitir muchas otras historias”. Todavía más profunda y contundente, Chimamanda Adichie dice: “La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino que son incompletos. Hacen de una sola historia, la historia única (…) Las consecuencias de la historia única es ésta: roba la dignidad, dificulta el reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza nuestras diferencias, en vez de nuestras similitudes”.Al fin, la novelista nigeriana habla de la necesidad de un “equilibrio de historias” y afirma: “las historias importan. Muchas historias importan. Las historias se han usado para despojar y calumniar, pero las historias también pueden dar poder y humanizar, también pueden reparar esa dignidad rota (…) Cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una sola historia, recuperaremos una suerte de paraíso”....