Brigitte había interrumpido una carrera de docente para establecerse en un país de África del Norte y presentar el Evangelio a las mujeres de una aldea. Empezaba a dominar el idioma, pero se sentía desanimada por los pocos resultados. Sin embargo, ¡pasaba horas arrodillada! ¿No eran sus oraciones según la voluntad de Dios? Cierta noche, una pared medianera que separaba su casa de la vecina lindante, una panadería, se desplomó. Brigitte llamó a un constructor, quien halló la razón de ese derrumbe. Cada noche el panadero ponía en marcha una máquina para amasar el pan. Las vibraciones producidas por la máquina habían terminado por quebrantar el muro de barro. Aquella noche la última vibración había provocado el desmoronamiento. Entonces Brigitte comprendió lo que Dios le enseñaba mediante ese incidente. Sus oraciones no eran vanas. Un día una última oración haría caer la fortaleza de incredulidad de las personas por quienes oraba, pero mientras tanto, debía perseverar. La perseverancia en la oración es un arma poderosa en el combate del cristiano contra Satanás. Numerosos ejemplos que ilustran esta verdad son mencionados en la Biblia. Vemos por ejemplo las oraciones de la iglesia de Jerusalén por liberar a Pedro de la cárcel (Hechos 12:5; véase también Santiago 5:17).
Creyentes, ¡sigamos orando con fe y perseverancia!