En Francia cada año el 8 de mayo se conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial. La firma de la paz trajo un inmenso alivio al mundo entero; sin embargo nos entristecen tantos conflictos que han surgido desde entonces y que revelan la maldad persistente en el corazón humano. n el año 2002 el día de la Ascensión cayó el día siguiente al 8 de mayo. La Ascensión recuerda un acontecimiento aún mucho más importante: después de su muerte en la cruz, Jesús fue alzado a la diestra de Dios (Marcos 16:19). Efectivamente, Cristo resucitó y luego subió al cielo en la gloria. Hizo la paz con Dios a favor de hombres perdidos. Si el 8 de mayo es el recordatorio de una paz negociada, la Ascensión habla de la paz con Dios. Nadie puede afirmar que la paz de 1945 nunca será puesta en tela de juicio, en cambio la Palabra de Dios declara que la paz que Jesús hizo es definitiva y eterna (Hebreos 10:17). El valor de esta paz no se debe a las firmas que figuran al final de un tratado, sino que es garantizada por la presencia de Jesús a la diestra de Dios. La paz del 8 de mayo de 1945 no soluciona el problema de fondo, ese deseo de dominar que habita en cada ser humano; pero la paz con Dios obtenida por la muerte de Jesucristo resuelve eternamente el problema de nuestra culpabilidad ante Dios y trae la reconciliación con Dios a todos los que creen en él. Quienes la reciben pueden acercarse a Dios, son hechos sus hijos y gozan de su amor.