No queremos hacer leña del árbol caído, sino sacar conclusiones positivas. Y sin duda lo ocurrido en Irlanda, por terrible, deber servirnos de lección. Más vale aprender a tiempo que sufrir los mismos errores.
Los abusos sexuales son patrimonio del hombre, fruto del machismo, de creerse señores de la creación cuando el único Señor es Dios. En este sentido se equivoca el feminismo moderno. La solución no es que la mujer se equipare al hombre; la solución es que el hombre no se equipare a Dios y se sepa igual en derechos y deberes a la mujer. Y al decir esto hablamos de los que no son creyentes, pero también de los que se llaman cristianos. Porque el equivocarse (errar o pecar) es por desgracia patrimonio de toda la humanidad, no de una cierta clase social o religiosa. Y esto se olvida a menudo. De ahí la corrupción que invade los gobiernos, los partidos político… y las iglesias. Pero esta corrupción moral (sexual, económica y parafrástica) aumenta en proporción a las estructuras jerárquicas que se establecen, se reconozcan como tal o no. Y aquí viene el caso de Irlanda. La mayor gravedad de lo ocurrido no es lo terrible de los hechos, sino el que se ignorase y ocultase por parte de quienes lo conocían en la jerarquía católica y en las fuerzas públicas del Estado de Irlanda. Jerarquías religiosa y estatal que atendieron más sus propios intereses, conveniencias y apariencias que la verdad, la justicia y el amor que tenían que haber ejercido con las víctimas dolidas de los maltratos sufridos. MAS

Los abusos sexuales son patrimonio del hombre, fruto del machismo, de creerse señores de la creación cuando el único Señor es Dios. En este sentido se equivoca el feminismo moderno. La solución no es que la mujer se equipare al hombre; la solución es que el hombre no se equipare a Dios y se sepa igual en derechos y deberes a la mujer. Y al decir esto hablamos de los que no son creyentes, pero también de los que se llaman cristianos. Porque el equivocarse (errar o pecar) es por desgracia patrimonio de toda la humanidad, no de una cierta clase social o religiosa. Y esto se olvida a menudo. De ahí la corrupción que invade los gobiernos, los partidos político… y las iglesias. Pero esta corrupción moral (sexual, económica y parafrástica) aumenta en proporción a las estructuras jerárquicas que se establecen, se reconozcan como tal o no. Y aquí viene el caso de Irlanda. La mayor gravedad de lo ocurrido no es lo terrible de los hechos, sino el que se ignorase y ocultase por parte de quienes lo conocían en la jerarquía católica y en las fuerzas públicas del Estado de Irlanda. Jerarquías religiosa y estatal que atendieron más sus propios intereses, conveniencias y apariencias que la verdad, la justicia y el amor que tenían que haber ejercido con las víctimas dolidas de los maltratos sufridos. MAS
Dep de informacion FUNDAJEREMIAS