"Primero nos ignoraron, luego se rieron de nosotros, después nos atacaron... entonces vencimos "

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lunes, 10 de enero de 2011

Habéis condenado y dado muerte al justo. – Santiago 5:6.


Negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida. – Hechos 3:14.Los escándalos envenenan a menudo la vida política de muchos países. Esto es grave, porque si los que tienen el poder no dan ejemplo, ¿quién lo dará? Si la justicia es injusta, ¿qué nos queda?Esta triste constatación no es cosa de ayer. Hace dos mil años tuvo lugar el más injusto de todos los procesos. El acusado no era ni más ni menos que Jesucristo, el Justo; los querellantes eran gente como usted y yo, aquellos a quienes Él quería ayudar. Como decía ser Hijo de Dios, los jueces religiosos lo condenaron a muerte. El magistrado civil, convencido de su inocencia, confirmó la sentencia bajo la presión del pueblo. Aun sus amigos lo abandonaron. Este proceso terminó siniestramente con la crucifixión del condenado. Sí, verdaderamente aquel día la justicia fue escarnecida e injusta.Pero, ¿cómo un inocente pudo hacer que la gente se uniera contra él? Porque él era la luz moral de los hombres y éstos no la podían soportar. ¿Por qué siendo Hijo de Dios se dejó crucificar? Porque era el único medio de salvarnos. ¿Por qué Dios no intervino? Porque en lugar de castigarnos a nosotros, castigó a su Hijo cargado con nuestras culpas, incluso la de nuestra rebeldía contra Dios.La crucifixión de Jesucristo fue la más grande injusticia que la humanidad haya cometido jamás, pero por ella Dios mostró su propia justicia al aceptar el sacrificio de su Hijo. A aquel que acepta su perdón, Dios no lo castigará, ya que castigó a Cristo en su lugar.