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domingo, 26 de diciembre de 2010

(María) dio a luz a su hijo primogénito,

El Mesón de Belén

 ¡Cuán duro tuvo que ser para José y María no hallar un sitio para ellos al llegar a Belén! El mesón estaba repleto. No había lugar para ellos, y por consiguiente, tampoco para el Niño esperado. Ese mesón es una imagen del mundo que no se interesa por Dios y piensa que puede arreglárselas sin Él. Por un lado, el nacimiento del Salvador ofreció un cuadro de extrema debilidad y pobreza, y por otro, lo que ocurrió en Belén muestra la grandeza de la gracia de Dios. Jesús vino al mundo sabiendo que no iba a ser recibido. ¡El Hijo de Dios, que fue hecho hombre, nació en un establo!  Hoy en día el Señor Jesús sigue siendo rechazado, aunque haya vuelto al cielo después de haber cumplido la obra de la salvación. Allá tiene un lugar de honra a la diestra “del poder de Dios”. Pero todos los que creen en él pueden prepararle un mesón en sus corazones, tal como lo escribió el apóstol Pablo a los efesios: “Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que (seáis) arraigados y cimentados en amor” (3:17). Él busca una morada en el corazón de los suyos hasta que regrese con poder y gloria a esta tierra, donde será reconocido y honrado.
Amigo lector, ¿hay un lugar para el Señor en su corazón, o está lleno de otros huéspedes, es decir, de cosas o intereses que se disputan el lugar? Abrámosle nuestros corazones y demostrémosle nuestro afecto mediante la obediencia a su Palabra. ¡Él espera eso de nosotros!