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sábado, 27 de noviembre de 2010

El Señor ha oído mi ruego;ha recibido… mi oración.Salmo 6:9.

 Los tatuajes del hombre que tengo enfrente son vestigios de su pasado, de una vida sin Dios. Hace algún tiempo él se convirtió al Señor Jesús y su vida cambió completamente. Ahora forma parte de aquellos que fueron comprados y santificados para Dios por la sangre de Jesucristo. Fue un cambio radical: de las tinieblas a la luz. ¿Cómo ocurrió? Él nos lo cuenta: «Yo no tenía ni idea de la Biblia. No obstante, una parte de ella me interesaba: el Apocalipsis. Pero al leerlo no entendí nada, salvo un único versículo: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Era exactamente lo que necesitaba. Traté de orar y así llegué a confesar mis pecados a Dios, quien verdaderamente me los perdonó y me aceptó como hijo». Se ve cómo ha llegado a ser feliz por haber comprendido un único versículo de la Escritura y haberle sacado las conclusiones correctas. ¡Qué ejemplo para comprender lo que significa la conversión! Este hombre quería gozar de la vida a su manera, pero la sed de su alma no había sido saciada. ¿No hay algo más que lo que la vida terrenal ofrece? ¿No hay algo más duradero? Sí, “el agua de la vida”. El que desea encontrarla debe abandonar su manera de vivir sin Dios; entonces puede obtener un contentamiento interior en Jesús. Él dice: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente que salte para vida eterna” (Juan 4:14). “Bienaventurados todos los que confían en él” (Isaías 30:18).