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domingo, 31 de octubre de 2010

Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.Romanos 12:5.

La Unidad de la IglesiaLa unidad de los creyentes es una magnífica verdad. Para dárnosla a entender, en su Palabra Dios habla de un cuerpo. Cristo es su cabeza en el cielo. Cada salvado es un miembro de este cuerpo, de modo que todos los creyentes están unidos a Cristo en una perfecta unidad.La pertenencia a ese cuerpo se expresa en el partimiento del pan, cuando celebramos la Cena. “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?… pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16-17). Manifestamos esa unidad cuando cada uno parte un pedazo del mismo pan y lo come.El hecho de que los creyentes forman un conjunto no se expresa sólo por el partimiento del pan. El versículo de Romanos 12:5 se halla al comienzo de una lista de exhortaciones referentes a nuestras relaciones en la iglesia, entre nosotros personalmente, en nuestra vida profesional y social. Todas estas esferas de nuestra vida y de nuestras actividades como cristianos en donde el Espíritu Santo quiere conducirnos, también están regidas por el mismo principio: “Somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. Así, todo lo que hacemos tiene efectos sobre los otros miembros del Cuerpo. No es indiferente cómo nos comportamos como creyentes. La conducta de cada miembro del pueblo celestial contribuye a la bendición o, al contrario, a la desgracia del conjunto. Además, esa conducta o es para la gloria, o para la deshonra de nuestro Señor.