¿En Qué Descansa Nuestra Fe?
A veces se encuentran personas que dicen: «Ya no creo en nada». Sin embargo, tienen confianza en la compañía de ferrocarriles que les indica el horario de los trenes, o en su médico, quien les prescribe medicamentos. De hecho, no es posible vivir sin confiar en alguien; y la pregunta que debemos formularnos es si el objeto de nuestra confianza es verdaderamente digno de ello. Cada uno cree en algo, aunque sólo sea en ideas políticas, filosóficas o humanitarias. Sin embargo, lo esencial no es creer sinceramente en cualquier cosa, sino poner su confianza en lo verdadero, fiable y que no decepciona. ¿Quién sería más fiable que Dios mismo? Durante 1.500 años Dios inspiró a hombres para escribir la Biblia, que presenta todos los asuntos fundamentales. Dio a conocer a los hombres tanto su origen como los aspectos más ocultos de su ser moral. Pero ante todo declara lo que Él hizo por nosotros. Ninguna de sus palabras puede fallar. Para todo ser humano, lo esencial no es sólo creer en Dios, sino ante todo creer a Dios, es decir, confiar completamente en lo que Él dice. ¿Y qué dice? Que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Pero también dice que Él amó a esta humanidad perdida y le envió a su Hijo Jesucristo, “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). ¿En qué descansa su fe: en la obra de Dios o en las declaraciones de los hombres?