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lunes, 14 de junio de 2010

Entonces dije: He aquí, vengo;Salmo 40:7-8

“Vengo”
En el Salmo 40 vemos la disposición del Hijo de Dios, quien dijo en la gloria: “Vengo”. Quería ejecutar el plan de Dios, ser hecho hombre y como tal honrar a Dios mediante una perfecta obediencia. En su vida terrenal sólo hizo lo que agradaba a Dios. Su “comida” era hacer la voluntad divina. Esa voluntad también incluía morir en la cruz del Gólgota, y el Señor Jesús estaba dispuesto a sufrirla. Fue obediente hasta la muerte de cruz. Poco antes de ir a la cruz, oró como Hijo de Dios a su Padre (Juan 17). En ese momento se veía a sí mismo como si ya hubiese cumplido la perfecta obra de la salvación, de modo que dijo: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4). Por eso agregó: “Yo voy a ti” (v. 11). Él volvió al Padre y ahora tiene el lugar de honra “a la diestra del poder de Dios”. Todavía el Señor pronunció otro “vengo”. Lo encontramos en la última página de la Biblia, como una promesa para todos los que le pertenecen. “El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve” (breve según el tiempo divino). Él vendrá para buscar a los suyos a fin de introducirlos en la gloria. Por eso, a esta promesa le sigue la respuesta del Espíritu y de la Esposa, es decir, del conjunto de todos los redimidos: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:17 y 20).